martes, enero 30, 2007

EL VIAJERO ANÓNIMO FRENTE A LA MAR

Me cuenta el viento que una vez vio caminar perdido al viajero que no podía decir su nombre. Me cuenta que estaba triste, que perdía susurros por las veredas de los caminos que tienen el color del cielo cuando a veces, caprichoso, le da por morirse. Que se miraba en los escaparates y se lanzaba deseos para encontrarse en el reflejo, mientras con anhelo, miraba a lo lejos en busca de algo que muchas veces pintó de azul.

Me cuenta mi Monterito que una vez le dijo el viento que en el lugar donde de verdad quisiera llegar el viajero ella se alborota. Y que, sabrosa de sal, embiste la costa y chifla los ánimos de todo aquel que mirándola se siente cerca.

Y sucede que hiriendo versos y robando días al calendario, el viajero que no quería decir su nombre se imaginó que no imaginaba. Que le daría igual que su mar no tuviese sal, que sus olas se convirtieran en agua con forma de olas, que fuese verde o turquesa o no hubiera sirenas ni murmullos ni tampoco caracolas.

Se imaginó que ya no soñaba.

Que sólo estaba ella. Libre. Sin colores ni versos ni ruidos ni estrofas.
Que aprendía a descubrirla y a mojarse y a nadar y a no esperar más de ella que aquello que ella quisiera regalar.

Y a no tener prisas, a no importarle las horas.
A no tener miedo.

Así un día, de repente el viajero se encontró en frente de ella. Con un sólo deseo.
Amar su nuevo mundo, más grande, más ancho, diferente, estridente.

Quiso quedarse a su lado y dejar correr dos vidas enteras.

Juan Antonio

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

...el calculado vaivén de las olas pone ritmo a los insubordinados e inminentes versos del viajero...

enero 30, 2007 6:44 p. m.  

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