ROMA ... ETERNA
Pues sí. Esto es algo que tenía que haber hecho hace tiempo, pero no siempre disponemos de él todo lo que quisiéramos. Por eso toca en este momento.
Hace ya unos meses que volví de Roma, pero quería enseñaros algunas instantáneas. Excepto un par de ellas, de obligado cumplimiento por la belleza y el merecimiento propio que te da resistir a los siglos, el resto son varios momentos que me pareció interesante traer para que veáis por qué me enamoré de la Urbe y por qué volveré muy pronto... Y la respuesta es sí, tiré la moneda a la Fontana, lo cual me obliga por creencia popular a retornar a Roma. Al regreso y arrojar una nueva moneda a La Trevi dicen los romanos que encuentras el amor en la ciudad. Hay incluso un tercer lanzamiento que equivale a casarte con ese amor. Pues habrá que volver y encontrarlo, ¿no?.
No os voy a contar mucho sobre el viaje, es algo que deberéis hacer por vosotros mismos. Sé que todos escondéis algún lugar en el zurrón al cual deseáis marchar con todas las ganas que sois capaces de juntar cuando regresáis por las noches de la oficina. Pero ni por todo el oro del mundo deberíais perder la oportunidad de mirarla a los ojos. Ella es memoria de nuestra historia. Donde pasado y presente se unen en una frágil línea y donde la bohemia se respira a cada paso andado, en cada cigarrillo encendido y en cada espresso saboreado.
Ahí van el resto. Momentos que han quedado para siempre en la retina del viajero.
En Piazza Navona, que sigue el trazado del antiguo Circo Romano de Domiciano, una de sus fuentes, la "Fontana de los Cuatro Ríos". Uno de ellos. De noche, cómo no.
Una de las muchas zonas con encanto donde los romanos acuden de marcha, el Campo di Fiori. Rodeado de wine bar con sus terrazas a rebosar. Es encantador estar debajo de uno de sus toldos mientras llueve.
Parte del Trastevere, donde se dice que viven los auténticos romanos y donde habita la bohemia acompañada en cada esquina de un pintor, un platero o un poeta.
En los alrededores de la Piazza dei Poppolo. Arte en las calles.
Un restaurante en las inmediaciones de la Via Veneto, con el Hotel Excelsior de fondo.
Parte del monumento a Vittorio Emanuelle. Aquí el viajero ya estaba muy arriba.
El Coliseo o Anfiteatro Flavio, de noche. Uno se siente muy pequeño en todos los sentidos al contemplarlo, creedme. Espectacular.
La Fontana di Trevi. Hay poco que decir de ella, pues todos habréis leído seguramente acerca de la leyenda y de su Dolce Vita. Mi moneda está alojada a la altura del caballo de mar domado de la derecha. La próxima lo hará al lado del caballo salvaje que intenta sujetar el tritón. La tercera...
Vale, hasta aquí la melancolía. Sólo deciros un par de cosas más. Tenéis que ir al Trastévere. Otra, que cuando os dejéis caer por Roma, no lo hagáis como turistas, hacedlo como viajeros. Cuando lleguéis y veáis legiones de ellos que incluso se tornan plaga, sabréis a qué me refiero. Disfrutad de Roma siendo parte de ella y descubriréis que os lleváis con vosotros algo más que siglos de historia y arte. Confundíos con los romanos, alejáos de cualquier sitio donde veáis japoneses con cámara. En definitiva, sed viajeros, pues el viajero siempre deja y ha de volver, siempre se queda. El turista destruye... Y sólo después yéndose deja el vacío.
Desde un wine bar con un par de gintonis, brindo por vosotros y por la vuelta del viajero. Que vayáis a verla. No os arrepentiréis. Y si queréis compañía para el viaje, mis pasos ya han empezado a llevarme allá de nuevo...
Juan Antonio